La enseñanza se fotografía
A Fuentealba
volvía de lejos cuando una pálida ruta ardió enceguecida,
un silencio arrollador desgarró a la multitud.
miradas amontonadas en un rincón, con rasgos tenues
y un soplido cargando en las venas el estallido revelador.
repentinamente, un proyectil violento busca el blanco,
fracturando el cráneo de una cabeza educadora.
de corrido, la muerte irreversible bebiendo la sangre humana.
los huesos se empaparon de fría indignación
y en lo abstracto, una pancarta que dice incesantemente
"la enseñanza se fotografía"
el barullo impotente de un día agitado
se desdibuja en el viento y derrocha melancolía.
retorna de lejos ese grito constante y latente
que en cada oído lúcido susurra su reclamo,
retorna la fuerza solemne de todos los cuerpos
proclamando trascendencia.
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A los treinta mil compañeros desaparecidos
Argentina, 1976
He visto los hombres trepar a la sombra
tensando los arneses aún dormidos
y marchar unidos en el esfuerzo bestial
hasta montar el sol sobre la tierra.
Entonces salían de todas partes los niños y las madres
y luego los mercados llenaban las veredas
de silbos y manzanas.
La alegría de las gestas domésticas
coronadas por la dignidad del almuerzo!
He visto largas caravanas de obreros en el alba
marchar hacia el metal de la sirena.
Ágiles bicicletas con la vianda,
la radio colgando del manubrio.
Hasta que el estrépito de ráfaga
de cañón maldito
de horrorosa muerte
abrió un boquete en cada casa y entró la niebla negra.
Todo se retorció como un pez en la arena,
hasta ser tragado por el miedo.
Desapareció la fábrica.
También el hombre.
Y los hijos, y los mercados con silbo, y las radios
que no fueron sino un espejo del infierno roto a veces.
La Universidad de Luján fue clausurada.
Encadenaron la luz en los sangrientos sótanos,
persiguieron los brotes del canto asesinado.
El abrazo fue un código secreto
la patria un dolor ahogado bajo la tortura.
y el sol deseo apenas musitado
entre los nombres de los que ya no estaban.
Duerme
Los ojos se me abrieron solos, quizá estimulados por tu belleza.
Dormías con una sonrisa de paz en los labios, como si nunca hubieras sufrido.
Había desaparecido de tu rostro aquel rictus tan tenso de preocupación con el que penetraste en mi puerta el último sábado El mismo rictus de aquel otro sábado 11 de septiembre en que nos conocimos…
Estaba muerta tu angustia por tantos disparos de amor. La sucesión infinita de orgasmos arrancó de tu cuerpo y de tu alma toda forma de amargura.
Te contemplé larga y tendida, y me sonreí también, al ver dibujado un mechón de pelo sobre tu mejilla. ¡Si hasta el desorden de tu imagen se veía armónico, reforzando tu erotismo!
Ricardo Arjona era un rumor de fondo. Se sumó a la fiesta con ternura. Cantaba "Duerme"
Ellas que son y se hacen
Ellas son un rompecabezas de la vida.
Se las rompieron
y se volvieron a armar.
Qué lindas miradas tienen.
Qué bellos pies.
El silencio cuando es cuchillo
es una mugre húmeda
que enluta las almas.
Qué lindas manos tienen.
Qué bello reír.
La voz que canta hondo
canta lejos palabras
que sacuden la piel.
Qué lindas mañas tienen.
Qué bello amor.
Ellas son la miel pura
que va detrás del oso
para empacharlo por glotón.
Qué lindas piernas tienen.
Qué bello surcar.
Más allá
hay un manantial
donde van a juntarse a baldes
para traerse poquito a poco
y regar los tiempos
en los que vienen llegando.
Ellas que son y se hacen,
son y se hacen así.
Qué lindas muertes tienen.
Qué bello andar.
Maestro, poeta y luchador social
Había una vez
un gran maestro, poeta y luchador social.
Todos decían que era de una clase rara,
incluso que su especie
estaba en extinción.
Con sus manos limpias
moldeaba la arcilla humana
por un futuro mejor.
Su canto
era su única carta de presentación.
Un amanecer de frío otoñal,
sus colegas,
sus alumnos y padres de familia,
discípulos todos de él
lo homenajearon y ovacionaron
por sus sabias enseñanzas.
Fue tan aplaudido
que él se sintió inmensamente feliz,
pero nunca perdió su humildad.
Seguidamente
este maestro, poeta y luchador social
con el poemario en mano alta
comenzó a declamar
sus versos de viento y fuego.
Atónitos escuchaban todos
con ojos casi brillosos
como aureola mágica
de un nuevo amanecer.
La manera
como el auditorio
pletórico escuchaba
era inenarrable.
Había un silencio infinito,
sólo se escuchaba la voz potente
del maestro, poeta y luchador social.
Verso tras verso,
una estrofa y otra,
prosa tras prosa...
Sus palabras parecían tener aroma
de rosas, de geranios y claveles,
todos bermejos encendidos de rubí.
Sus poemas, unos cortos, otros extensos,
eran directos pero muy sencillos.
El poeta gustó tanto,
que el auditorio atiborrado
Cuando estaba en la mitad
de lo mejor de su oratoria,
y cuando el auditorio se encontraba
en lo más alto de su limbo gozoso,
el poeta calló,
sus ojos se oscurecían, se humedecieron.
Se le nublaban por las desgarradoras metáforas,
pero también inmensamente esperanzadoras.
El maestro, poeta y luchador social
respiró hondo y volvió en sí,
sin dejarse vencer por el martirio,
siguió declamando con la fuerza
de un implacable gladiador.
Los ojos del auditorio brillaban
como un inmenso rocío
que llegaba al corazón.
Era el mejor momento de la poesía.
Cuando el maestro, poeta y luchador social
como puma en alto
apoyado en el oratorio
inclinando su cabeza
para rematar su última metáfora,
del fondo se escuchó,
una soterrada y destemplada voz,
de aquellos que nunca faltan,
que amparado en la oscuridad,
provocadoramente gritó:
¡¿Por qué tú poesía es triste?!
¡Eres un resentido social!
¡Eres un renegado!
El maestro, poeta y luchador social,
calló.
El auditorio también se sorprendió,
y cuando todo parecía acabar...
con esas fuerzas
que solamente está en los
que tienen una inagotable reserva moral,
inesperadamente sucedió.
El maestro, poeta y luchador social,
como si nada hubiese ocurrido,
Sin hacer caso a tamaña provocación
levantó su cabeza, siguió y avanzó.
El auditorio atiborrado,
impresionado y con más adhesión
siguió escuchando la hermosa poesía
del maestro, poeta y luchador social.
Que se entregaba con toda su energía,
con lo mejor de su oratoria
hasta nuevamente hacer gozar
de la palabra, convertida en rayo.
Pero el maestro, poeta y luchador social,
con voz entrecortada
por el mustio sable de la injusticia,
momentáneamente paró,
no podía más...
Todos lo miraron
vestido de luces y de hialino transparente
cuando iba a callar...
sacó fuerzas...
iba a parar...
pero siguió.
El auditorio
cabía en su asombro,
algo tenía que suceder,
escuchaban su voz esperanzadora
y él los miraba a todos muy tiernamente.
Y desafiante dijo:
¡Sí, mi poesía es triste!
¡¿Y qué?!
Porque la realidad,
ahora es triste
y el artista popular tiene que reflejar,
no solamente eso, sino el nuevo amanecer.
de un pueblo
que inexorablemente se levantará
para desafiar a los monstruos
de la clase dominante.
La respiración del público se paralizó,
ninguna estrofa fue olvidada,
todos los versos, toda la prosa fue terminada
y al concluir el recital
lo hizo tan bien
que el auditorio rompió el silencio
para tornarse bullente
por el ímpetu del maestro, poeta y luchador social.
Así, el educador, vate popular,
poeta marginal y militante popular,
alcanzó la gloria, arañó el cielo,
su nombre corre por todo el arenal,
y su compañía son la luna, el viento,
la neblina, las esteras, los niños y
el alma matinal de la gente de bien.
El maestro, poeta y luchador social
es el nuevo símbolo del hombre nuevo
y de un mañana mejor
AGENCIA DE COMUNICACION RODOLFO WALSH
Literaturra
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