Vivimos en un mundo donde la mentira circula tanto como el aire, sí; donde la desconfianza está siempre en el orden del día, sí; donde es más fuerte la corrupción que la honestidad, sí. Pero así y todo, muchos compañeros eligen abrirse y, mostrarse a través de sus producciones literarias que no son verso, porque expresan sentimientos e ideas auténticos, dignos de ser compartidos. Prosas y poemas que no son verso.
Les proponemos disfrutar domingo por medio de los sueños escritos por quienes todos los días trabajan o estudian a nuestro lado, se sientan en el colectivo a nuestro lado, luchan a nuestro lado.
Si tenés producciones literarias propias, no muy extensas y querés que las publiquemos en “No Todo es Verso”, podés mandarlas a agenciawalsh@yahoo.com.ar Poné en el asunto: “Para No Todo es Verso”. Trataremos de publicarlas todas.
Aclaración: Son muchas las obras que estamos recibiendo. Por ese motivo hemos decidido publicar No Todo Es Verso uno de cada dos domingos. Gracias a todos por la amplia respuesta y por compartir con nosotros y con nuestros lectores sus sueños escritos.
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El Incendio
Cuentan los hombres sabios, ancianos de edades incalculables, que existen antiguas escrituras encerradas en las entrañas del continente.
Cuentan que los primeros mercenarios no sólo buscaban ciudades de plata y oro para saciar su ambición.
Dicen los hombres sabios, ancianos de memoria infinita, consejeros de los dioses, que existen antiguas escrituras, sagradas profecías que hacen temblar a los poderosos. Escrituras que no hablan de camellos y agujas, ni de paraísos pasados o futuros.
Dicen que muchos siglos antes hubo un hombre que murió para no hacerlo, que volvió por dignidad y empecinamiento, que en realidad ya había muerto muchas veces, pero se empecinaba en volver; que su sangre regó los campos, multiplicó los panes y fue memoria infinita. Que ya había luchado y muerto en Roma para liberar a los esclavos, que escapó de Egipto y que volvió por dignidad y empecinamiento una y otra vez.
Temen los poderosos. Sueñan arrancarle a la tierra las sagradas escrituras y en su lugar plantar el árbol del eterno olvido; para conseguir el dominio sin fin ni límites.
Temen los poderosos. No creen en profecías, ni en retornos tan empecinados; sin embargo le atan un caballo a cada miembro y lo despedazan para que no ose volver.
Cuentan los hombres sabios, ancianos de edades incalculables, que fue tanta la sangre derramada de las entrañas del continente que hubo de volver 20 millones de veces, que volver 20 millones de veces es como no irse jamás.
Dice la profecía que aquél que siembra olvido es olvidado eternamente y lleva cosidos a la espalda los fantasmas de su propia memoria.
Dicen los hombres sabios, ancianos de memoria infinita, que no hay inmortalidad más que en la memoria de los hombres; que tanto amor duele, que tanto empecinamiento en vivir duele, que tanto dolor duele; que volver no es volver a empezar.
Temen los poderosos. Sueñan con el árbol del eterno olvido, sueñan que por fin él desaparece y que para el desaparecido no hay retorno posible, por más empecinado que sea.; porque el olvidado no existe.
Cuentan, sin embargo, que a pesar de las trampas y los fusilamientos continúa cabalgando junto a los campesinos en Nicaragua y en México, proclamando la empecinada dignidad rebelde a los cuatro vientos; que lo han visto en Cuba y en Bolivia, barbudo e irreverente; que sigue en “La Moneda”, detrás de la cordillera, defendiendo la dignidad con porfía.
Dicen los hombres sabios, consejeros de los dioses, que lo que va a la tierra, a las entrañas del continente, no puede desaparecer; empecinadamente renace como las malas hierbas.
Dicen los hombres sabios, ancianos de memoria infinita, que no se puede soñar sin recuerdos.
Temen los poderosos porque volvió 30.000 veces, como un empecinado pañuelo blanco rodeando la plaza de la historia.
Temen los poderosos porque no saben si él lleva pañuelo blanco o pasamontañas; si es la mujer sola en el subte a las 10 PM o es el poeta; si es el obrero desempleado o el estudiante inconforme; si es el artista o Durito.
Temen los poderosos.
Porque el incendio de amor que viene de las entrañas del continente no se apaga.
Rodolfo Grinberg
Quiero presentarme, me llamo Olaf, vivo en un campo en el Valle de Uco en Mendoza, Argentina.
Soy un pichón de 85 años, ciego de nacimiento y de profesión campesino, trenzador en cuero y vegetal.
Hace muy poco que he empezado a escribir, recién en el 2005 cuando compré mi primera computadora con un sintetizador de voz y les aseguro que para mí no fue nada fácil entrar al mundo de la PC, especialmente al no tener un monitor ni un Mouse y usar solamente el teclado, todos los días estoy aprendiendo sobre el tema.
Aprendí a leer en Braille de niño pero no he leído demasiados autores por carecer de libros ya que en mi provincia solamente hay una biblioteca en la ciudad de Mendoza con libros en Braille.
Mi educación es muy básica ya que provengo de una familia de campesinos analfabetos y especialmente en los años de mi adolescencia no había muchas posibilidades de aprendizaje por lo tanto empecé tarde a concurrir a la escuela.
Me despido por hoy
Olaf
Recuerdos del Abuelo
Hace muchos años siendo yo muy pequeño, estaba con mi abuelo en el valle caminando por el medio de los viñedos.
Mi abuelo cuidaba esas parcelas y mientras que él miraba al horizonte, vio una mancha grande y negra en el cielo.
Corrió conmigo hacia la casa, tomó una rama encendida de la chimenea y gritó: ¡Avisa a los vecinos la langosta!
Yo no entendía que pasaba, huelo el olor al pasto quemado y el ruido del fuego.
¡Fuego fuego! corría y gritaba ¡fuego fuego!
Pensé que el abuelo había perdido la razón, los vecinos que tenían cosechas de frutas salían de sus casas con antorchas y cacerolas haciendo un gran barullo, todos alarmados daban gritos, sus mujeres con los niños ayudaba.
Dos horas mas tarde varios llegaron a las parcelas del abuelo y preguntaron usted sabe ¿quién ha sido que avisó?
El abuelo dijo con serenidad, ha sido ¡mi nieto!
Que gran viejo orgulloso, miró satisfecho a todos los vecinos. Les había salvado la cosecha con la ayuda del nieto que adoraba.
Que tengan un buen domingo los saluda
Olaf
No! (canción de Fátima - la podés bajar gratis de www.purevolume.com/fatimacantante )
No al mal
No al odio
No a la guerra preventiva
No a la violencia por interés
No a la mentira
No al autoritarismo
No a las dictaduras
No a las desapariciones
No a los genocidios
No a los fusilamientos
No a la tortura
No a los experimentos con animales
No a los campos de concentración
No a la esclavitud
No al MATADERO
No al secuestro
No a la discriminación
No a la trata de esclavas y esclavos
No al racismo
No al sexismo
No a la contaminación
No al maltrato a los animales
No al trabajo infantil
No a la pedagogía negra
No a matar espacios verdes
No a la censura
No a la hipocresía
No a los animales en jaulas
No a la gente en jaulas
No a la gente sin techo
No a la familia violenta
No a la reasignación genital compulsiva
No al paco
No a criminalizar el cáñamo
No al colonialismo
No al imperialismo
No a la codicia
No al neoliberalismo
No a la corrupción
No al terrorismo
No a criminalizar la pobreza y la lucha social
No al fundamentalismo
No al aborto sin motivo
No a matar animales
No a matar árboles
No al egoísmo
No al hambre
No a la miseria
No a las diferencias de nacimiento
No al tráfico de órganos
No a la globalización de ultraderecha
No al tráfico de bebés
No al financismo
No a la represión
No al pensamiento único
Fatima
la cantante trans argentina
El Cuarteto
Nunca pensé cuando ingresé a la Escuela de música que terminaría trabajando tantos años al frente del cuarteto de cuerdas. Yo, una mujer. Lo que más ambicionaba en la vida era tocar bien el violín, agradar los oídos de quienes me escucharan.
Hacía años que conducía al grupo. Félix era un excelente chelista, David tenía la misma afición que yo, pero ¡qué estilo! Maravilloso. A veces no estábamos de acuerdo con el repertorio, pero a todos nos gustaba todo. Yo prefería los últimos cuartetos de Beethoven, pero no me oponía a las composiciones de Mozart. Todo nos demandó largos años y tediosas e insistentes horas de trabajo ininterrumpido Claro, no siempre fuimos los mismos. De la primera tanda sólo quedamos Félix, David y yo. Juan se fue a España, y nunca más volvió. Al principio envió algunas cartas, a veces alguna foto. Después, nada. Bruno se peleó con David por una historia que nunca entendí, que tenía que ver con una mujer. Y nada. Se fue.
Por las noches me ponía a pensar en el itinerario de mi vida. La veía como una sucesión de diapositivas, imágenes de pequeña, tratando de sacar sonidos de cada objeto, probando siempre cómo sonaba. Cuando tenía la dicha de visitar a mi tía Aída, la que vivía en Vela, una estación posterior a Tandil, disfrutaba haciendo crujir las hojas de Otoño, escuchando el sonido atemorizante del viento entre el follaje, los gritos de los teros a los que mi tía les cortaba las alas para que no se fuesen -eso me parecía de una crueldad terrible, que no coincidía con el trato tan dulce que tenía con nosotros, particularmente con José- Bueno, eso era también una crueldad pero como siempre alguien prefería a uno de mis hermanos, yo ya consideraba que eso era así, por algún motivo natural que escapaba a mi comprensión. También las gallinas participan de la orquesta que ya funcionaba en mi alma, aportando la disonancia necesaria para darle color. Todavía no conocía la música clásica. Recuerdo que fue un descubrimiento adolescente. Mi papá me había regalado una radio para mí sola. (No quería que leyese hasta tan tarde) Y yo escuchaba hasta que se concluía la transmisión. Así descubrí la música clásica a los trece. De ahí en más, me encapriché que quería entrar al Conservatorio, y lo logré. Mi insistencia siempre resultaba con papá. En esas noches de recuerdos también me acordaba el atractivo que de muy pequeña tenían los truenos para mí. Me iba corriendo a la ventana del comedor del departamento para ver “abrirse los cielos”, como yo decía, a ver los relámpagos y esperar el trueno, y después la lluvia. Todo eso me sigue atrayendo, pero en aquellos momentos tenía una particular influencia en la relación que yo hacía entre la naturaleza y la música. Era una sorpresa cada vez. Un hallazgo. Después me iba a buscar objetos con los que imitar el sonido. ...Pero dirigir un Cuarteto de cuerdas, yo... Eso no lo había imaginado nunca. Yo quería componer, juntar esos sonidos, ponerlos todos juntos en una obra musical, entreverarlos con el piano, y el violín. Papá me miraba curioso. Él, una persona tan sensible, daltónico para peor, que vibraba ante las obras de Miguel Ángel y Leonardo, se hastiaba con la música clásica. Pero como por el momento no adivinaba que por esos andariveles habría yo de andar, todo estaba bien.
Era tanta mi afición por los sonidos y la búsqueda de elementos para reproducir aquellos más familiares, que no me preocupaba el no tener muchas amigas. Yo tenía mi mundo. Y me encantaba, y cuando podía aislarme en él, y no escuchar los rezongos de mi mamá y las peleas de mis hermanos, era feliz.
Finalmente ingresé al Conservatorio. Tenía ya quince años y debía terminar paralelamente el secundario común. No me resultó tan difícil. La cuestión era que no tenía amigos. Ya empezaba a preocuparme por mi dificultad en relacionarme con gente de mi edad. Al menos de mi edad. Veía a las otras chicas cómo se divertían saliendo en grupo o parejas. Hice entonces lo único que sabía hacer: destacarme. Insistí un poco más en las lecciones, pulí mi estilo y al poco tiempo me encontré siendo elegida por un grupo de compañeros que me exhortaron a que integrara un quinteto con ellos. Se sentían particularmente atraídos por la música de cámara como yo. Y por el barroco. Por mi parte yo me sentí atraída por uno de ellos, que no pareció corresponderme. Así que dejé de prestarle aquella particular atención que durante el enamoramiento uno rinde a su homenajeado.
Malo fue que a su vez dejase yo de prestarme atención a mí misma como mujer, pero la música había sido y era entonces el lugar en que todo era desplazado. La música y el talento se vieron favorecidos por aquello que no favorecía mi felicidad. Cuando terminé los años de conservatorio, el grupo prosiguió, él se fue, y yo me quedé al frente, por consenso.
¡Qué alegría los conciertos! ¡Qué feliz me sentía interpretando entonces, y encima, conduciendo al grupo! Encontré que no me molestaba organizar los repertorios, ni las giras, y conducir.
Al cabo de un tiempo volví sobre estos recuerdos pero con un poco más de detenimiento. Mi feminidad... ¿qué estaba pasando conmigo? A mis treinta años sólo había tenido relaciones pasajeras con compañeros a los que no entregaba nunca mi ternura ni mi corazón. Empecé a considerar que las responsabilidades atinentes a la organización de los conciertos, a la conducción del cuarteto, a las giras, era un cuarto que se empequeñecía cada vez más, al tiempo que el tiempo pasaba. Y descubrí que ese cuarto que al principio tenía una gran ventana al mundo, era una postal. Que estaba encerrada. Que no tenía más salida que la estrecha puerta por la que una vez había entrado desplegando mis galas y mi orgullo. Además, el cuarteto, aquellos amigos de entonces que lo integraban, se habían vuelto hoscos y mal avenidos conmigo.
Gradualmente la alegría de las giras, del éxito, se había transformado en una amargura asentada en las relaciones de las que nadie quería hablar. Entonces decidí que había que hacerlo. Que no podía postergar por más tiempo la vida. Imaginé que abrir la comunicación sería como abrir esa maldita ventana, que ni siquiera lo era. Y cerca de las Navidades, les propuse una cena fuera de casa. Aceptaron intrigados, pero gustosos.
La cena fue en un lugar céntrico y a la vez íntimo de Buenos Aires. Todos vinieron: Félix, David, Celia y yo. Todos se habían engalanado en forma especial. Félix resaltaba su elegancia proverbial con un traje oscuro y una gran corbata en la que el rojo sacaba chispas. David se había lustrado los zapatos y Celia llevaba pollera. Una corta pollera que dejaba ver sus bien torneadas piernas. Por mi parte fui a la peluquería y estrené una blusa de colores claros. Todos parecían alegres... pero no me parecieron relajados. De todas maneras no habíamos perdido la gentileza de uno con otro. Y después de recordar antiguos tiempos y tomar quizá vino en exceso, yo les dije que dejaba la conducción. Que quería ser simplemente lo que en realidad era, una violinista. Mientras hablaba me parecía ver a mi viejo sonriendo, no veía otra cosa que su figura en el largo camino de la vida hacia la muerte... No veía nada más. Mi viejo. Yo hablaba y hablaba y me parecía que el único presente era él. Y les contaba de mi vida de niña... Luego, ocultando aún más mi rostro entre mis brazos, les dije que era mi intención continuar en forma más tranquila este tramo de la vida. Me preguntaron si había conocido a alguien, si estaba de novia. El vino me hizo llorar. Les dije que no. Y empecé a contarles mi historia del follaje y el viento entre las ramas y las hojas. De las tormentas, y la lluvia en el tejado. No podía dejar de llorar. Seguí contándoles cosas que nada tenían que ver con nuestra historia de cuerdas y conciertos. Que sólo hablaban de mi padecimiento en la conducción. De las dificultades que había tenido que superar una y otra vez para conseguir una sala de conciertos, de lo sola que me sentía y que no quería más. Al decir esto, levanté la vista y encontré las antiguas caras de mis compañeros del conservatorio. Hallé de nuevo los añorados gestos. Celia me abrazaba, y trataba por todos los medios de consolar mis espasmos de llanto. David, el eterno distante y frío David estaba sosteniendo mis manos. Y todos tenían la cara empapada en lágrimas de ternura y dolor. Entonces las diapositivas se convirtieron en película, y las escenas ahora se ligaron y deslizaron rápidas frente a mis ojos y me vi a mi misma aferrada a un poder prestado, que nunca pensé haber deseado. Y que ese poder no lo había delegado en mis compañeros, que tontamente había asumido una responsabilidad que era de todos, y que había enterrado mis años de juventud en una idea prejuiciosa acerca de cómo conducir el cuarteto.
Esa noche, después de la cena, fuimos a casa de Félix, conocí a sus niños, y cuando llegó el momento de acostarme en mi cama, entendí.
Gloria March
Hace casi cuatro años, que uno de mis "aliados", un amigo, un compañero, además de ser hermano de sangre y todo, decidió volar hacia la libertad que a veces este mundo no nos da. Y si, dije, "decidió", porque realmente lo hizo, eligió irse, eligió la libertad.
Y por eso decido homenajearlo, desde este lugarcito, tan pequeño al lado del suyo. Homenajearlo justamente, con una producción suya, que es bella estéticamente, pero que es mas bella desde la verdad que transmite.
Gracias! por dejarnos expresarnos, y en este caso por proclamar a otros que no están tan cerquita. Y Gracias! de nuevo, por su perseverancia en informar desde abajo.
Mi nombre es María Marta, mi hermano, Adolfo "Pifo" Matías
Un indio Americano Y La Historia Del Horror
Estaba cazando, en una tarde amarilla cuando me di cuenta de que no estaba solo.
-Dios es grande. Me mostró la tierra prometida-
Fue lo que escuché. Pero no sabía que lo azul se convertiría en rojo. Vi tres monstruos gigantes y volví a mi aldea.
Al día siguiente investigamos el suceso. Mis amigos y yo divisamos, de lejos, en el camino al lago las criaturas.
Sorpresivamente, escuché la misma música del mismo extraño:
-Dios es grande. Me mostró la tierra prometida-
Casi sin darme cuenta, estaba solo. El rojo pintó el cielo. Salí corriendo hacia los campos de papa. Pero cerca de la aldea los desconocidos se acercaron con sus armas.
-Tú y los tuyos de ahora en adelante, solo deberán adorar al único Señor.
Tomé mi lanza y la arrojé; solo pude distraerlos.
Fue mi gran oportunidad
Cuando en la aldea se enteraron, nadie hizo oídos.
Eres tonto y mentiroso-reclamaron.
Esperé que todo estuviese negro y me marché. Pasé dos noches caminando para llegar al sur de la llanura. Permanecí allí un tiempo eterno. No aguanté la soledad y regresé.
Pero el desastre mas grande de mi vida, el más terrible estaba allí: mi gente contra el extraño; los maizales, destrozados, los campos eran del pasado. Ya no quedaba nada. Todo el horror sólo por unos que querían cambiar la vida, que fuéramos como ellos, que fuéramos sus siervos.
Recuerdo a mi madre suplicando por su vida -¿Por qué tú me odias si no te hice nada?-
Ellos no escucharon estas súplicas.
El mar cambió su tono, su olor y su color. La tierra no perfuma el aire como antes, los maizales están en el recuerdo y mi gente está con el Maestro.
Lo azul se tornó rojo.
"En memoria de los indios que pelearon contra los conquistadores con el objetivo de lograr una cultura indígena en el continente"
Pifo Matía
Literaturra agradece este boletín a agencia walsh
Convocatoria para Encuentro Artístico
El grupo literario Los del Fondo de la Biblioteca Popular José Murillo; la Biblioteca Popular San Marcos Sierras y la Sesión literaria No Todo Es Verso de la Agencia de Noticias Rodolfo Walsh invitan al encuentro artístico que se llevará a cabo los días 7, 8, 9 y 10 de febrero en la localidad cordobesa de San Marcos Sierras.
La idea que nos mueve es la de reunir en un evento de nivel nacional a todos los artistas que vean al arte como un motivo de unión y de lucha; de expresión y creación de ideas liberadoras. Proponemos un arte revolucionario, con voluntad de oponerse al elitismo, al perfeccionismo y a la competencia. Un arte fraternal, vehículo de la alegría y del placer para quienes lo producen y para quienes lo reciben. Un arte cuyo principal objetivo sea el de unirnos, el de mostrar lo que nos gusta hacer, el de conocernos y reconocernos, el de ejercitar una actividad artística integrada al hacer cotidiano.
Invitamos a todos los artistas populares (escritores, músicos, actores, plásticos, etc)
y grupos artísticos (talleres literarios, bandas musicales, elencos teatrales, etc.) interesados en informarse a comunicarse a la siguiente dirección de correo, hasta el 31 de octubre de 2007.
Los del Fondo (Biblioteca Popular José Murillo)
Biblioteca Popular San Marcos Sierras
Agencia Walsh (No Todo Es Verso)
Aclaración: Por desarrollarse durante el primer fin de semana de febrero en San Marcos Sierra la Fiesta Anual de la Miel nos hemos visto obligados a postergar una semana el encuentro artístico.
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